¡Oh Místicos!
Cuantas cosas misteriosas nos pasan día a día, estamos pensando en alguien, y ese alguien nos manda un mensaje, tarareamos una canción en nuestra mente y alguien, dos minutos después, la canta en voz alta, nos reencontramos con aquellos que creíamos no ver nunca más en los lugares menos pensados, encontramos tirado un paraguas en la calle en un día de lluvia. Pero, ¡Oh, místicos! No se equivoquen. Lo maravilloso de esas cosas es precisamente que sean. En su acontecer reside lo fantástico. Pero nuestro racionalismo, a veces, nos lleva a tratar de explicar porqué suceden. Y ahí caemos en el misticismo: energías, causas finales, porqués y planes divinos. Y luego creemos que lo maravilloso del mundo es lo místico y no el mundo en si mismo, y que el mundo seria terrible sin el misticismo. Al contrario, Místicos, por favor, devuélvannos el mundo, así solito, con todas sus maravillas inexplicables, es lo suficientemente mágico como para no requerir dualismos. Incluso las explicaciones mat