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Mostrando las entradas de marzo, 2008

Estrella

-¡Confiesa!, dijo el oficial al muchacho. Callado, con una mirada obstinada, sacó el encendedor de su bolsillo e intento encender la manga de su propia camisa. El oficial tuvo que esposarlo inmediatamente. Al poco tiempo fue juzgado y encerrado en un manicomio. Era el típico caso de un piromaníaco. Había incendiado su morada y a pocos metros un sitio baldío, no parecía arrepentirse. La siguiente fue su declaración ante la justicia: -Diminutos y perecederos hombres, no pueden culparme, soy un artista. No estoy tratando de destruir, estoy creando, dando vida. Si la tierra ardiera completamente en llamas, brillaría con luz propia en el universo, sería una nueva y hermosa estrella, en el firmamento de algún planeta lejano.

El señor TV y la señora microondas: se miraron al espejo y vieron felicidad

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Basado en el esténcil de Inez. Fuente: www.ineztencil.blogspot.com -Buenas tardes, le dijo el señor TV a su esposa, después darle un frío y desapercibido beso en la mejilla. A los pocos minutos ya estaba postrado, mudo, delante del espejo, contemplando, con mirada perdida, su rectangular y luminoso rostro. Nunca hubiese percibido cómo deseaba su esposa, la señora Microondas, ver ese espectáculo de colores e imágenes; de chimentos, de propagandas prometedoras, de bailes en caño, de sueños de consumo. Pero había llegado él del trabajo y era hora de ponerse en funcionamiento. Además, como éste se ponía en un rincón, entre pared y pared, no podía captar nada más que el murmullo de un comentario de fútbol. De nuevo a girar el plato de comida. El comía, no por necesidad, sino por costumbre. Ya había olvidado hace mucho tiempo, agradecer a su mujer por el almuerzo y solo podía pensar en apagarse un rato y dormir la siesta. Mientras tanto ella se miraba las manos. O lo que quedaba de ellas

Gigantes de las montañas

Anoche soñé que estaba en una pradera, quizás por Escocia, sentado entre enormes rocas rectangulares. De pié, frente mío, un amigo me contaba un cuento. Adivino que fue algún antiguo espíritu quien me visitó, y tomó la forma de mi amigo para pasar desapercibido. Estas son sus palabras, no las mías: Los Trols cuando superaban la niñez, debían partir a las montañas. Solitarios y desnudos, emprendían su viaje. Debían caminar un día en la dirección indicada, descansar un día y meditar un día. Fabricaban sus propias herramientas, armas y vestimenta. Procuraban su comida, demostrando así, su madurez. Cargaban una pequeña bolsa de cuero llena preguntas. Solo podrían regresar, si lograban contestarlas todas. Las preguntas eran muy variadas y de diversos tópicos. La última, solo podía descifrarse con una combinación de las respuestas correctas a las demás. ¿Dónde está casa? Era algo difícil de contestar, luego de varios años. La gran mayoría se perdía en el camino, extraviaba la bol

Agua

Hoy el día se exhibe como una película en blanco y negro, la única forma de ver algunos verdes y pasteles, es revolver el desván de los recuerdos. Entre libros, guitarras y estrellas, viene a mi memoria una tarde en el río, una tarde como tantas otras, donde me puse a jugar un juego impredecible. -Hay que ser como el agua, le dije a la niña de los caballos. Ella enérgicamente rechazó la propuesta acusándola de estúpida. No puedo culparla, si bien yo creo en esta teoría, nunca pude llevarla a la práctica por que siempre he sido fuego. El agua, transparente, golpea con paciencia las barreras que la esclavizan. Las rasga, y sin prisa, avanza. Nómada, vagabunda, se funde en un solo cuerpo.

Recital

Córdoba  15 de Marzo - Divididos Miles de extraños gritando la misma palabra, aunque a cada uno, le dibuje una imagen distinta en la memoria. Todos unidos en un gran salto, en una entrega.  Cayendo juntos desde el cielo, como un solitario y gigante píe, que sacude al mundo. Entre banderas y estandartes que flamean, los gruesos golpes del bajo parecen venir desde el interior del cuerpo. La batería suena como los tambores de una guerra sin balas, mientras las filosas cuerdas de acero, narran la historia de nuestra propia vida.

Noches

La música comercial es cada vez más estúpida. Los protagonistas de la noche cada vez más crueles. Después de escuchar la burla a una chica “gorda”, escuché las incoherentes justificaciones de los agresores. Quizás podría soportar una noche de ruidos de moda sin problemas, pero no soporto que desgarren a mi música, que la apuñalen, corten, y remixen. Abrumado de figuras sin voces, terminé el último trago de cerveza, pensando que esos lugares son solo un sorbo más del tibio alquitrán de la ciudad. Abrir la negra puerta giratoria, me dejó un sabor a libertad. Las oscuras calles eran tan tranquilas, que deseé que las inexactas distancias del centro, fueran interminables. El silencio, el mejor regalo. La soledad, paradójicamente, una compañía. “Todo se puede”, fueron las palabras del taxista que afirmaba haber vivido en orfanatos, mantenerse por si mismo desde los catorce años, y trabajar desde los nueve. La abrupta partida, la caminata, la noche, no fueron en vano.

Poemas épicos de cosas triviales y no tan triviales

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Sobre el plateado mar asoma el luminoso casco, las bestias se inquietan. Brillan las monedas, se cierra la puerta. Leven anclas! Como la tierra no brilla sin el sol, la carne no brilla sin la luz de Dios. Por la noche un volcán estalla, develando el fuego interior. La sangre de los peñascos, se funde en la pradera de las gaviotas. El caballo del pirata, acorrala a la delicia de los cuervos. Pero la dura bellota del pensamiento, está en el piso de las tormentas. Este último utilizando los kenningar tradicionales nórdicos citados en la Historia de la Eternidad de Jorge Luís Borges.

Decisiones

I Siempre te encuentro, inesperadamente, el destino nos teje en la misma telaraña. Miro mis manos, y veo las agujas. II -¿Cuánto vale tu alma? Dijo el príncipe de las tinieblas. -Una cerveza con amigos, el recuerdo de esos ojos, un buen chiste, una tarde en el río, un pase de gol, tres acordes de guitarra… -Basta, No hay nada que yo pueda ofrecerte. III Decido, muero. El nace. El decide, muere. No soy yo, no es el, quien escribirá la siguiente línea.