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Mostrando las entradas de mayo, 2008

Dar el asiento

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En un primer paso al nirvana, uno se da cuenta que ir parado o sentado en el colectivo, es lo mismo. Un detalle menor, en un momento superfluo, dentro de la vida de una persona. Nunca será recordado significativamente, ni tiene un fin mayor, que la satisfacción sensorial inmediata. Talvez, entre el metal, el plástico, el aire denso y húmedo, la sensación de hacinamiento, uno puede llegar a preocuparse, estar tenso o hasta discutir con otra persona, para conseguir un preciado asiento. Mirar de reojo si alguien se esta por levantar, acelerar rápidamente a la parte trasera para asegurar un perpetuo viaje sentado, quejarse, caminar de un lado a otro resoplando, son algunas de las conductas que genera una larga y paranoica búsqueda infructífera. A los pocos minutos de haber descendido, ya dirigiéndose hacia el destino en cuestión, el desgaste psicológico, generado por la minúscula, pero obsesiva batalla es olvidado. Los restos de stress, se acumulan en el subconsciente y reaparecen en

El Colectivo

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“Para llegar al primer mundo pareciera que hay un solo colectivo que te lleva, y ya está ocupado. Quienes lograron entrar fue a costa de amontonamientos, empujones, codazos, puteadas, agarradas de pelos, trompadas… Todo lo que sea para conseguir un pasaje. El bondi se llenó hasta que no entró ni un alfiler parado y se cerraron las puertas. ¿Y los demás? ¿Los que no pudieron subir y se quedaron afuera? Esos son los que tienen que empujar el colectivo por una cuesta interminable para que llegue a destino.” ¿Por qué esta cerrado el colectivo? Seguramente para que no se moleste ni atente contra los cómodos señores ni los ventajeros que se colaron en el portaequipajes o van apretujados ante las aberturas. Muchos quedaron en el camino por querer colgarse de la puerta de este aparato, que timonea el destino del mundo. ¿Quién es el chofer? El motor, los que no pudieron subir. El chofer, el capital. Quien tenga más dinero, tendrá el volante. Pasar en rojo los semáforos de la dignidad, dob

Estatuas

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Todas las personas que nos rodean, crean su propia imagen de nuestra personalidad. Algunos nos han esculpido en gigantescas y lustrosas estatuas de bronce. Otros, en opacas figuras de barro, que no resistirían una llovizna. Todos los días, debemos enfrentar estas figuras estáticas, que cargan una ínfima y subjetiva parte, de nuestra esencia. Tenemos que lidiar, con lo que somos, ante ojos extraños. Contemplar ese gran museo, es una de las formas que tenemos de conocernos.

Recuerdos de mi viaje a una China imaginaria

Marco Níveo amanecer, níveo ocaso. En el cuadro de la desilusión, todas las aristas, tienen el mismo color. Polo Sólo, construí sobre el hielo, con ladrillos de hielo, una casa de hielo. El primer sol la derritió. Mago Un Mago, vela su arte. Su mano, engaña, nuestra tristeza. De los viajes Hoy Comienza mi viaje. Siempre es hoy, siempre comienza.

Héroes IV

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Ahora sabemos que hacían los héroes en tiempos de paz. Siempre fueron buenos actores. Supieron poner una sonrisa ante el dolor, y el más fiero coraje, ante el miedo. No quebraron ante la tortura. Mártires, pero libres.

Lazos

I Los infiernos, entre fuego y azufre, esconden ángeles. II Joyas elípticas, sellan, pasiones salvajes. III Sin amor, iguales, Se repelen. IV En cautiverio, tigres, devoran tigres. Hombres, devoran hombres. Naturaleza. V El león, está satisfecho. La hiena, come, y ríe. VI 1,2,3 pasos fáciles, para hacer una sopa. Muchos y difíciles, los pasos, para hacer los sueños, realidad.

Camino

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Alguien dijo una vez, todos mis ídolos están muertos . Yo era muy pequeño todavía, muy frágil. No entendía el significado de esas dos palabras tan fuertes. Hoy puedo decir que comprendo parte de su pena, y de su gloria. En mi camino, las figuras de estos seres, que ya forman parte del mundo de las ideas, me inspiran, a sangrar mis sueños, en arte.

Otoño

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Nunca antes lo había notado, verlo me causó una profunda tristeza. Tímido, asomaba sus ramas por la tapia, tratando de ver algo más, aunque solo encontrara paredes sosteniendo paredes. Sedentario, pacífico a los ojos de los hombres, desataba su ira. Las raíces oprimían los cimientos de una cárcel. Cárcel, que sería escombros algún día. Lejos de los bosques, caprichosamente ubicado, adornando lo exánime, reposaba entre los fríos zócalos de un patio. De vez en cuando, su único amigo y cómplice, lo visitaba, llevando a algunas de sus hojas, a ver el mundo.