Desconectados
Estamos en una fiesta. Hay gente rica por todos lados, vestidos largos, boinas, pipas, camperas de cuero. Difícilmente uno podría darse cuenta de qué época es si no lo supiera con certeza. Sol me dice que nos invitó Climent, que ya va a aparecer. Yo me impaciento un poco, no me gusta la gente desconocida y drogada con sintéticas, me cuesta conectar con su fiesta. Climent aparece y nos saluda. Es un buen tipo, una vez trabajé para él, pero es de esa gente que está en sus cosas y tampoco dice mucho cuales son. Nunca tiene tiempo, te habla apurado, se ríe y se va a otro lugar, debe tener que saludar a mucha gente. En mi cara el tedio ya es evidente y logro convencer a Sol de que nos vayamos. Salimos, hace frío, y con una seña paramos un taxi. Vivimos con amigos en una casa okupa. Esas cosas que uno hace cuando está viajando. La casa es muy blanca por dentro, con piso de madera, tiene varios sofás y un robot de menos de un metro en buen estado, al que llamamos robotina porque es rosa y es