El señor TV y la señora microondas: se miraron al espejo y vieron felicidad
Basado en el esténcil de Inez. Fuente: www.ineztencil.blogspot.com
-Buenas tardes, le dijo el señor TV a su esposa, después darle un frío y desapercibido beso en la mejilla. A los pocos minutos ya estaba postrado, mudo, delante del espejo, contemplando, con mirada perdida, su rectangular y luminoso rostro.
Nunca hubiese percibido cómo deseaba su esposa, la señora Microondas, ver ese espectáculo de colores e imágenes; de chimentos, de propagandas prometedoras, de bailes en caño, de sueños de consumo. Pero había llegado él del trabajo y era hora de ponerse en funcionamiento. Además, como éste se ponía en un rincón, entre pared y pared, no podía captar nada más que el murmullo de un comentario de fútbol.
De nuevo a girar el plato de comida.
El comía, no por necesidad, sino por costumbre. Ya había olvidado hace mucho tiempo, agradecer a su mujer por el almuerzo y solo podía pensar en apagarse un rato y dormir la siesta.
Mientras tanto ella se miraba las manos. O lo que quedaba de ellas: las quemaduras de los platos, el detergente, el alambre de fregar sartenes y más sartenes. No se quejaba. De chica, para el día del niño, los padres siempre le habían comprado la cocinita y el escobillón. No esperaba nada de nadie ni de nada.
En sus horas de soledad, aunque no estuviera ocupada, el plato seguía girando dentro suyo, como un ser ajeno, que le provocaba un profundo dolor de cabeza.
La cena era una fotocopia barata del mediodía. Antes de dormir, ambos tenían que lidiar con la imposibilidad de comunicarse sin protocolos, en sus breves e incomodas, horas “libres”.
-Buenos días dijo el señor TV, ya era martes. Ella giraba el desayuno.
Nunca hubiese percibido cómo deseaba su esposa, la señora Microondas, ver ese espectáculo de colores e imágenes; de chimentos, de propagandas prometedoras, de bailes en caño, de sueños de consumo. Pero había llegado él del trabajo y era hora de ponerse en funcionamiento. Además, como éste se ponía en un rincón, entre pared y pared, no podía captar nada más que el murmullo de un comentario de fútbol.
De nuevo a girar el plato de comida.
El comía, no por necesidad, sino por costumbre. Ya había olvidado hace mucho tiempo, agradecer a su mujer por el almuerzo y solo podía pensar en apagarse un rato y dormir la siesta.
Mientras tanto ella se miraba las manos. O lo que quedaba de ellas: las quemaduras de los platos, el detergente, el alambre de fregar sartenes y más sartenes. No se quejaba. De chica, para el día del niño, los padres siempre le habían comprado la cocinita y el escobillón. No esperaba nada de nadie ni de nada.
En sus horas de soledad, aunque no estuviera ocupada, el plato seguía girando dentro suyo, como un ser ajeno, que le provocaba un profundo dolor de cabeza.
La cena era una fotocopia barata del mediodía. Antes de dormir, ambos tenían que lidiar con la imposibilidad de comunicarse sin protocolos, en sus breves e incomodas, horas “libres”.
-Buenos días dijo el señor TV, ya era martes. Ella giraba el desayuno.
Escrito por Sofía 'Dominga' y Franco.
Comentarios
Muy bueno el cuento, mis felicitaciones a los dos.
PD:teneis que divorciar al micro de la tv eh?
Tiene mucha cotidianeidad pero también algo de ciencia ficción. Me recuerda a "Crónicas Marcianas" de Ray Bradbury.
Ojalá muchos evitemos terminar así, incomunicados y entre múltiples medios de comunicación.
Beso.
Ahora que lo pienso, a mi también me regalaban mucho de chica baterías de cocina, costureritos y esas cosas... Que sociedad machista, no?
Me gusto el escrito que realizaste, una muy buena comparación de estos electrodomésticos con nosotros!
Un saludo!
inmejorable fábula del matrimonio y de nuestra cultura machista.
saludos!
espero que sea de tu agrado.
besos
mm ese te de peperina esta que se enfría. tomate cinco minutos, tomate un té.. abrazos de sabado.
Qué imaginativo!!
Me ha gustado mucho
Saludos!
(Ahí le va un linkeo ;P)